lunes, 1 de agosto de 2011

En general mis obsesiones siempre fueron simples,

como las de cualquier adolescente: ser buena en la escuela, recibirme con un buen promedio, intentar no disgustar a mis viejos, seguir la palabra de Dios, etc etc. pero este chico me estaba mostrando una nueva gama de opciones: había otras cosas de las que preocuparse. Yo me ocupaba de él, en mi cabeza todas mis neuronas gritaban su nombre. Me estaba enamorando y era una de esas veces que el amor duele.

Desquicio psiquiátrico.

No le bastó con llegar a mi casa y romperme las ilusiones como jarrones del barrio chino. No le bastó con intentar abandonarme en la madrugada, tampoco con dejarme llorando en el piso, tirada y pisoteada como el volante de un puticlub. También tenía que humillarme y cortarme el teléfono. Los hombres son una porquería y quien no coincida conmigo tiene, cuanto menos, un leve desquicio psiquiátrico.