En general mis obsesiones siempre fueron simples,
como las de cualquier adolescente: ser buena en la escuela, recibirme con un buen promedio, intentar no disgustar a mis viejos, seguir la palabra de Dios, etc etc. pero este chico me estaba mostrando una nueva gama de opciones: había otras cosas de las que preocuparse. Yo me ocupaba de él, en mi cabeza todas mis neuronas gritaban su nombre. Me estaba enamorando y era una de esas veces que el amor duele.