miércoles, 8 de septiembre de 2010

Opinamos, Opinamos...


El problema es que a nadie le gusta reconocerse ignorante, y entonces se nos da por opinar.
Opinamos, opinamos, opinamos. Vivimos opinando. Opinamos sobre prácticamente todo. En la cola del banco, en el trabajo, arriba de un taxi, en el trasnoche de un asado o llamando a las radios, nos dedicamos a descerrajar apologías y rechazos con alarmante liviandad, perpetramos fórmulas magistrales para dar solución a los problemas del vecino, del barrio, de la ciudad, del país y del planeta.
Y de buena fe -eso es justamente lo peor: la buena fe- creemos estar respaldados por sólidos argumentos para hacerlo, cuando la triste evidencia marca que, si fuésemos estrictamente sinceros, deberíamos reconocer que el noventa por ciento de las cosas que decimos a diario, las decimos sin tener cabal idea de aquello sobre lo cual estamos hablando.
Opinamos, opinamos, opinamos. Opinamos destilando intolerancia hacia las minorías cuando estamos incluídos en la mayoría. Opinamos con furibundo desdén hacia la mayoría cuando la minoría somos nosotros. Opinamos sobre vidas ajenas sin detenermos jamás a legitimar la perspectiva del otro. Opinamos sobre cuestiones sociales, políticas y económicas sin ponernos a considerar la flagrante inviabilidad que caracteriza a nuestras propuestas. Opinamos creyendo que sabemos y resulta que en realidad no sabemos.
Y cuando no se opina desde el conocimiento, se opina desde el prejuicio, desde el resentiniento, desde la repeticion irreflexiva de lo que dijo algún famoso en la tele, desde la insostenible creencia egocéntrica de que lo que nos pasó a nosotros es ley universal que se aplica a todos los demás sólo porque nos pasó a nosotros. Opinar así no sirve. Opinar así no ilumina, no construye, no mejora. Sólo constituye "un aporte más a la confusión general".
Es que uno piensa que dice la verdad sólo porque dice lo que piensa. Sería conveniente tener siempre en cuenta esta formidable apreciación. Y aprender a callarnos un poco. Y dedicarnos sólo a esas tres o cuatro cuestiones que realmente conocemos a fondo. Y dejar, de una buena vez, que sobre el resto de los temas sólo hablen los que saben. Sería conveniente, sí. Se los digo yo, que me las sé todas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario